La importancia del comercio de proximidad
Si el comercio de proximidad desaparece acarreará problemas que afectan a muchos ámbitos.
El comercio, función urbana por excelencia, ha acompañado siempre las evoluciones y mutaciones de la historia de nuestras ciudades. Desde el trueque hasta la venta, desde una sociedad de supervivencia hasta una sociedad de consumo globalizada, el comercio transforma y modela, no sólo las ciudades, sino también las prácticas urbanas. Como auténtico “catalizador” de las interacciones sociales, el comercio contribuye ampliamente, hoy en día, a acelerar los procesos de transformación de las ciudades y a reforzar los modos de organización policéntrica. Como verdadero actor de este proceso global, el comercio participa plenamente en la urbanización y en las profundas mutaciones de la urbanidad contemporánea.
El impacto negativo de la desaparición del comercio rural conecta más con la función social que supone este tipo de comercio ya que, sin duda, se ve erosionada ante la pérdida de un espacio de encuentro e interacción asegurado.
Otro ámbito al que afecta negativamente el cierre de los comercios es al de la salud de los habitantes que hasta ahora se benefician de su funcionamiento, al ver alterados sus hábitos alimentarios. Esto se debe a que con el cese al acceso diario a productos frescos se ve progresivamente reducido, siendo así sustituidos por otros de corte más industrial fácilmente disponibles en otro tipo de establecimientos capaces de asegurarse cierta frecuencia de paso por distintos motivos, como por ejemplo las estaciones de servicio o las grandes superficies.
Aunque sin duda el impacto negativo más destacado deriva del aumento del coste temporal y económico que supone desplazarse en vehículo particular hasta los establecimientos comerciales más próximos (o adecuados) en los que adquirir los productos necesarios. Esto también afecta al medio ambiente por lo que supone la utilización de medios de transporte para los desplazamientos.
De hecho, desde esta perspectiva, el cierre de los comercios locales afecta sobre todo a los habitantes social y económicamente más vulnerables (mujeres, inmigrantes, desempleados, etc.).
Junto a todos estos aspectos negativos, no podemos obviar tampoco que en el medio rural el cierre de cualquier establecimiento comercial afecta no solo al resto de comercios municipales, sino también al conjunto de municipios cercanos. La razón es sencilla, ya que, al reducirse el número de puntos de venta, las compras a proveedores descienden y a medio plazo, estos optan por realizar menos desplazamientos hasta estos espacios, repercutiendo así las menores ventas en los costes del vendedor final. Esta es una consecuencia que el comerciante acaba por trasladar igualmente al consumidor acentuando así unos precios ya de por sí relativamente elevados, debido a las dificultades de acceso propias de los espacios rurales y al escaso volumen de ventas que conlleva una demanda reducida y dispersa.
Es de suma importancia valorar el esfuerzo reciente de transformación del comercio rural en cuanto a la diversidad de productos ofertados, y la competitividad progresiva de sus precios. O desde un punto de vista social, reconocer el valor añadido que su presencia supone para la comunidad local, en tanto en cuanto favorece un incremento significativo del atractivo residencial y, por extensión, de la calidad de vida que ofrecen los espacios rurales (al generar un círculo virtuoso para el mantenimiento de otros servicios básicos, como escuelas, centros de salud, etc.).
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